De
vuelta a Palos de la Frontera, los inmigrantes se enfrentan de nuevo
al difícil reto de encontrar un trabajo. Los ocho kilómetros
de carretera que separan esta población de Mazagón
parecen un mar de plástico bajo el que florece la fresa,
pero no hay hueco para ellos porque no tienen papeles. Su día
a día transcurrirá caminando sin rumbo por los arcenes,
visitando las plantaciones o recalando en la gasolinera cercana
al pueblo, punto de encuentro para decenas de subsaharianos que
buscan patrón. |