La pelota de Petulo
|
Petulo
Capitala tiene doce años, una mirada
tímida y una sonrisa que lo ilumina
todo. Hasta ahora tenía una vida
normal dentro de la tragedia que se masca
en Malawi. Jugaba con los otros niños
del poblado y aunque nunca había
ido a la escuela, por carecer de dinero,
se paseaba por los alrededores para escuchar
los cantos de los niños recibiendo
la lección bajo los árboles.
Le gustaba imitarlos, aunque no sabe ni
escribir su nombre, y aprovechaba los
sábados para ir con sus hermanos
mayores a ver los partidos de fútbol
que se celebraban en la explanada de arena
que unía su poblado, Aywamphowe,
con la misión de las hermanas de
Maria Mediadora …pero ahora su mundo
infantil se ha derrumbado por culpa de
la enfermedad.
|
|
|
Cuando entra en la sala de Rayos X del hospital de Mlale,
donde está ingresado, su gran barriga es lo primero
que llama la atención. Más tarde la radiografía
muestra el verdadero carácter de su dolencia. Su
corazón es extremadamente grande para su pequeño
cuerpo. La incredulidad se apodera entonces de la
estancia al escuchar la sentencia: Su mal no tiene
curación. El diagnóstico: Fiebre reumática
con insuficiencia cardiaca congestiva y ascitis.
Quiere decir que una infección bacteriana
pasó hace meses a su sangre atacándole
las válvulas del corazón, que ahora
no funcionan bien, y que éso provoca una
retención imparable de litros de líquidos
en sus órganos, riñones e hígado,
hasta convertir su barriga en gran globo que ha
de vaciarse continuamente para retrasar lo máximo
posible la despedida final. Pero Petulo trata de
parecer tranquilo, aunque en ocasiones no sabe por
qué sentimientos llevarse. Al sentirse observado
mira interrogante buscando respuestas a tanta expectación
e intenta contener sus nervios llevándose
continuamente las manos a la nariz y la boca, evadiéndose
así de la realidad que le rodea .Quizá
se refugia en su inocente universo para protegerse
del dolor o quizá aún no |
|
es consciente de la preocupación que se respira a
su alrededor porque siempre luce en su cara una eterna sonrisa.
Las hermanas del hospital de Mlale, alargan su vida cada
dos semanas extrayéndole con jeringuillas los líquidos,
le dan
la medicación adecuada e intentan que el poco tiempo
que le queda sea lo más dulce posible. Pero en ocasiones
Petulo se aísla, su mirada se pierde en el infinito
y sus ojos se vuelven acuosos. Parece
que va a estallar en llanto de un momento a otro, pero entonces
una hermana
|
le ofrece un caramelo, una galleta o un vaso de
leche y así la cara vuelve a iluminársele
y los ojos vuelven a chispearle. Gasta una broma
y pide irse a jugar con el resto de los niños.
Si a los pocos minutos te asomas por la ventana
Petulo ya se ha convertido en el líder del
grupo de críos organizando cualquier tipo
de diversión, como si no quisiera ceder un
ápice en esta batalla que le ha planteado
la vida y utilizara como escudo las pocas fuerzas
que le quedan para protegerse de la adversidad.
Sí, la historia de Petulo es aún más
triste que la de cualquier otro niño que
malvive con algún familiar en Malawi.Su madre
murió de Sida y su padre, poco después,
se fue con otra mujer dejando a sus cuatro hijos
a cargo de su abuela materna. Es ella la que cuida
ahora de él en el hospital. Es una mujer
de unos 70 años, con la miseria pegada en
la piel y la resignación pintada en el rostro,
pero permanece siempre junto a él . Le mira,
le acaricia y le habla
|
como
si cada día fuera a ser el último. Si se hubiera
cogido a tiempo un operación de corazón hubiera
salvado su vida y Petulo aún podría hacer
volar su imaginación de niño con miles de
sueños. Pero ahora sólo lo la ayuda solidaria
que recibe le ofrece un tratamiento costoso e inalcanzable
para su familia y algún regalito de vez en cuando
con el que disfrutar de un día de felicidad. Que
una malaria o una neumonía se lo lleve sin dolor
es lo único que todos le piden ya al cielo. Que sienta
todo el cariño del mundo hasta que llegue su hora.
Que no le falte por el maldito dinero la medicación
imprescindible. Que su vela se apague sin sufrimiento y
que sus amigos del alma sigan practicando los juegos que
él les enseñó. Petulo dejará
un vacío insalvable y la impotencia de verlo irse
sin poder hacer nada más por él, salvo recordar
su eterna sonrisa y el día en que él aún
podía correr tras su pelota de colores….
APADRINAR
UN ENFERMO ES POSIBLE
Ofrecer
un poco de felicidad en los últimos
meses de vida de una persona es quizá
la forma más triste de un “apadrinamiento”
pero sin duda se trata de las personas que
más lo necesitan: los olvidados, los
terminales, los desahuciados. Ellos no pueden
nada más que esperar. Nosotros tenemos
algo más en nuestra mano, el dinero
necesario para los costosos e inalcanzables
medicamentos que pueden hacer que su despedida
sea un poco más dulce. La mirada de
un niño moribundo como Petulo no hace
más que convencernos del valor de nuestra
ayuda. Regalarle una simple pelota puede hacer
que ese día podamos ver de nuevo la
sonrisa pintada en su rostro. |
|
|
|
TEXTO:
NURIA TAMAYO FOTOS:
EMILIO MORENATTI
SEPTIEMBRE-2003
INICIATIVA PERIODISTICA SOLIDARIA
WWW.PORAFRICA.COM
TODOS
LOS DERECHOS RESERVADOS
|
|